domingo, 10 de marzo de 2013

Literatura Hebrea

La literatura hebrea se puede dividir cronológicamente en doce periodos. La literatura hebrea antigua está compuesta principalmente por el Antiguo Testamento y los tres primeros periodos de la literatura estuvieron dedicados a la redacción de varias partes del Antiguo Testamento. En el primer periodo, que se extiende desde los primeros tiempos hasta el año 950 a.C., se escribió casi toda la parte poética del Antiguo Testamento. Entre los siglos X y VI a.C. se pusieron por escrito los libros que integran el Pentateuco o Torá, quedando así fijados unos textos que -al igual que en el resto del Antiguo Testamento- se habían venido trasmitiendo oralmente de generación en generación. Conviene recordar, no obstante, que los manuscritos más antiguos conservados son de época muy posterior. Al segundo periodo (c. 950-586 a.C.) pertenecen la mayor parte de narraciones históricas relativas a los reinos de Israel y Judá, algunos de los Salmos, y los oráculos de algunos profetas. Durante el tercer periodo (586-165 a.C.) se escribieron los libros conocidos en la Biblia hebrea como ketubim (hagiógrafos), específicamente Eclesiastés, Job, Proverbios, y gran parte de los Salmos. Muchos escritos apócrifos (deuterocanónicos según la denominación en las biblias católicas) también pertenecen a esta época y gran parte del Antiguo Testamento fue traducido del hebreo al griego por eruditos judíos residentes en Egipto.
En el cuarto periodo (165 a.C.-135 d.C.), el Midras, que se había empezado a escribir durante la cautividad de Babilonia, se dividió en dos partes, la Halaká y la Haggadá, por medio de las cuales se trataron temas teológicos y éticos, utilizando historias y anécdotas. Entre otras obras de esta época hay que citar los Escritos apocalípticos del Antiguo Testamento, incluidos los atribuidos a Moisés, al profeta Daniel, al patriarca Enoch, y al predicador y reformista Esdras; los Manuscritos del mar muerto, atribuidos a la comunidad monástica de los esenios; y los escritos del historiador Flavio Josefo. A este periodo pertenecen los targumim o versiones del Antiguo Testamento al arameo, idioma de uso común entre los judíos de esa época. Véase también Targum.
El Talmud 
El mayor logro durante el quinto periodo (135-475) fue el Talmud. Se terminó la versión conocida como el Talmud de Palestina y comenzó a elaborarse la versión más importante del llamado Talmud babilónico. En el sexto periodo (470-740) se terminó el Talmud babilónico, se reunieron las primeras narraciones denominadas Haggadot (plural de Haggadá) y se creó la Masora, es decir, las anotaciones realizadas por ciertos rabinos al texto hebreo de las Escrituras.
En el séptimo periodo (740-1040), se recopilaron los primeros libros hebreos de oraciones (c. 880), y se escribió el primer diccionario del Talmud (c. 900). En esta época apareció el Séfer ha-Mitzwot (El libro de los Preceptos), que pregonaba la vuelta a las Escrituras, escrito aproximadamente en el 770 por Anán ben David, fundador de la secta judía de los caraítas. Otro escritor importante del noveno periodo fue Saadia ben Josef ha-Gaón, autor de importantes obras teológicas y de una versión de gran parte de la biblia hebrea al árabe, así como de diversas obras poéticas. Los grandes centros de la cultura judía estuvieron, a principios de este periodo, en el Norte de África y posteriormente se desplazaron hacia occidente, alcanzándose en la España medieval la edad de oro de la literatura poética, científica y religiosa de los judíos.
Escritores judíos en la España medieval 
Entre el séptimo periodo y el octavo (1040-1204) destacaron tanto en los reinos cristianos como en al-Andalus. En este ambiente cultural, el más elevado del mundo occidental de esos siglos, se sientan las bases de la poesía hebrea moderna.
Menahem ben Sarug (910-970), nacido en Tortosa, y Dunas ibn Labrit, poeta andalusí, fueron los máximos representantes de sendas escuelas gramaticales. Discípulo del segundo fue Samuel ibn Nagrella (993-1055), notable poeta que llegó a ser visir de Granada. Filósofo y poeta notabilísimo fue Selomó ibn Gabirol (1020-1058), que desarrolló su actividad en Zaragoza. Allí vivió también el filósofo y poeta Bahya ibn Paguda (1040-1110). Coetáneos suyos fueron los dos grandes poetas Moshé ibn Ezra (1055-1135) y Yehuda ha-Leví. Grandes polígrafos fueron Abraham ibn Ezra (1092-1167) y Maimónides, quienes dejaron muestras de su erudición en el campo del derecho, la filosofía, las matemáticas o la medicina. A Maimónides se debe una obra capital en el campo de la filosofía y la religión judías, la Guía de los perplejos, escrita inicialmente en árabe y más tarde traducida al hebreo.
Otros escritores europeos 
El noveno periodo (1204-1492) también incluye destacados estudiosos en España, aunque el centro cultural se desplaza hacia Portugal, Provenza, Italia y Alemania. Los tratados filosóficos y éticos fueron sustituidos por escritos místicos, entre los cuales destacó la gran obra cabalística del siglo XIII, el Zohar (el nombre completo es Sefer ha-zohar, "Libro del esplendor"), obra capital de la Cábala, formada por una amplia serie de estudios esotéricos sobre la Biblia. Se atribuye al doctor español Mois de León (1250-1306). Los primeros libros que se imprimieron en hebreo, fueron publicados en Italia; Joshua Soncino, miembro de una gran familia de editores judíos nacidos en Italia, imprimió la primera Biblia hebrea completa en (1488). Unos veinte años después, el editor holandés cristiano Daniel Bomberg fundó una editorial hebrea en Venecia y publicó las primeras ediciones completas tanto del Talmud palestino como del babilónico. A partir de la expulsión de los judíos de España (1492), la brillante cultura sefardí verá el ocaso de su esplendor, siendo sustituido ésta por el florecimiento askenazí centroeuropeo, especialmente en el campo jurídico-religioso.
En el décimo periodo (1492-1755) teólogos, filósofos, como Baruch Spinoza, historiadores, matemáticos, poetas, comentaristas de la Biblia y lexicógrafos judíos escribieron muchas obras en hebreo y en lenguas europeas.
El undécimo periodo (1755-1880) destaca por la obra de Mosé Mendelssohn, que con sus esfuerzos por dar a conocer la cultura occidental a los judíos de Europa Central, inició un movimiento conocido por la haskalá (ilustración). Retractor del uso del yiddish, Mendelssohn y sus seguidores fomentaron el uso del hebreo, así como el de las lenguas europeas de los países donde residían sus correligionarios. Una de las primeras revistas literarias modernas en hebreo, Meassef (El Coleccionista) fue publicada por el círculo de Mendelssohn. Entre otros eruditos hebreos de esta época cabe destacar al filósofo nacido en Ucrania Nachman Krochmal, cuya obra principal fue, Moré Nevujé ha-Zman (1851, Guía para los perplejos de nuestro tiempo).
Escritores modernos 
El periodo duodécimo (1880 hasta el presente), se ve marcado, al principio, por la continuidad de la haskalá y la vuelta al uso de temas profanos, y por último por la literatura hebrea de Israel. El sionismo, que surgió a finales del siglo XIX, fomentó un interés renovado por el hebreo hablado y escrito, en especial entre los judíos de Europa Oriental. El primer periódico hebreo, ha-Yom (El Día), apareció en 1886; entre varias publicaciones periódicas estuvo ha-Sahar (La Aurora), una revista literaria fundada en Viena en 1868 y editada por el escritor de origen ruso Peretz Smolenskin. En esta revista apareció, por primera vez, en entregas, la gran novela semi-autobiográfica de Smolenskin ha-To'eh Be-Darjei ha-Hayyim (3 volúmenes, 1868-1870, "El caminante por los senderos de la vida"). El principal poeta de la haskalá fue Judah Leib Gordon, nacido en la actual Lituania. Su obra, escrita en ocasiones en hebreo bíblico y otras en un hebreo más actual, aportó un nuevo estilo poético. Algunos escritores de ficción, influidos por la haskalá, pasaron del uso del yiddish al hebreo; uno de ellos fue Mendele Mokher Sefarim (seudónimo de Shalom Jacob Abramovich). Las novelas del 'Abuelo Mendele', que describían la vida cotidiana en el gueto, han mantenido su popularidad en el siglo XX.
Entre las contribuciones más importantes del renacimiento hebreo cabe destacar la obra de tres escritores de origen ruso, de la misma generación, Hayyim Nahmán Bialik, Saul Tchernjovski, y Zalman Shneur. Bialik, poeta, ensayista e intérprete del legado judío, fue también traductor de clásicos europeos, como por ejemplo de Don Quijote. A pesar de que buena parte de la poesía de Tchernjovski habla de los dioses de la antigüedad en términos casi paganos, otras obras suyas hacen un retrato idílico de la vida popular judía. Shneur hace, en su poesía y su prosa, un llamamiento a su pueblo para que vuelva a los valores espirituales.
El establecimiento de los judíos en Palestina dio un gran ímpetu y actuó como una nueva guía para la literatura hebrea. Sin embargo, la prosa de los primeros inmigrantes seguía emocionalmente ligada al pasado. Joseph Hayyim Brenner, novelista, autor de relatos cortos y crítico literario, que se asentó en Palestina en 1908, hacía hincapié en el sentido trágico de la vida y en la búsqueda de una fe capaz de ofrecer alivio frente a la desesperación. Las primeras obras de Shmuel Yosef Agnon describen la vida judía en los shtetls, o asentamientos en la Europa Oriental; pero a partir de 1948, escribió sobre la vida de los pioneros de las comunidades en Palestina. Hayyim Hazaz fue a Palestina en 1931; sus obras incluyen historias del periodo bíblico, así con la novela Ha-Yoshevet ba-Gannim (1944) que narra la vida de los judíos yemeníes en la tierra de Israel. Al contrario que en la prosa, la poesía de esta primera generación trató temas más relacionados con la vida moderna. Los versos de Rachel Bluwstein, nacida en Ucrania, cantan su amor por Palestina; la mayor parte de su obra se ha musicalizado. La poesía de Uri Zvi Greenberg trata temas cotidianos. Nathan Alterman, nacido en Varsovia, llegó a Palestina en 1925. En un principio siguió la corriente del simbolismo francés y pasó del abundante uso de imágenes y rimas disonantes a un lenguaje y estilo más sencillos en obras tales como Ir Hayoná, "La ciudad de la paloma" (1957), además de abordar temas políticos.
Las obras de los primeros escritores ya nacidos en Israel, siguieron mostrando la dualidad de sus inquietudes. Inspirados en su pasado judío, escribieron también sobre las promesas y problemas de la nueva tierra y sobre la identidad judía. Entre estos escritores se cuenta Moshe Shamir, novelista y dramaturgo, entre cuyas novelas se incluyen Un rey de carne y hueso (1954) y Atravesó los campos (1969).
A partir de 1950 la literatura israelí, al igual que la de Occidente, se preocupó más por el individuo y sus problemas de soledad y alienación. El famoso novelista Amos Oz describió en Mi marido Mikhael (1968) la depresión de una joven ama de casa. Como consecuencia de la guerra de los Seis Días acaecida en 1967, volvieron a cobrar importancia en la literatura israelí los temas nacionales. De esta manera, la última obra de Oz, La colina del mal consejo (1976), mezcla la realidad y la ficción en una historia sobre los ideales que llevaron a la revolución israelí. Una obra anterior, Tocar el agua, tocar el viento (1973) aborda, simbólicamente, el tema de la huida del personaje central, primero del holocausto europeo y luego de la guerra de 1967. Tranquilidad perfecta (1982), describe el conflicto generacional en una familia residente en un kibutz, a mediados de los años 60. La obra histórica Las voces de Israel (1982) aporta un estudio compasivo, pero al mismo tiempo objetivo de su país.
La obra de Aharon Appelfeld, que llegó a Israel en 1947, evoca el holocausto y sus propias experiencias infantiles en Europa Central. Huir, intentar esconderse y esforzarse por borrar el pasado son los temas principales de sus relatos breves y de varias de sus novelas. Entre estas últimas se cuentan, Badenheim 1939 (1980), Tzili: Historia de una vida (1982), y La piel y la camisa (1971), obras de gran éxito.
En la poesía israelí contemporánea cabe destacar la poesía de Yehuda Amichai, en sus obras Ahora y antes (1955), El jardín público o Amen (1977). Su novela Ni de aquí ni de ahora (1964) relata la vida de un arqueólogo israelí que debe reconciliar su pasado judeoalemán con sus actuales crisis tanto personales como políticas. Son también notables sus relatos breves. Otros dos poetas notables son Amir Gilboa y T. Carmi. Gilboa se trasladó de Ucrania a Palestina en 1937. Utilizando motivos bíblicos y simbólicos, describe uno de sus temas más repetidos: la destrucción del mundo judío europeo. Carmi (seudónimo de Carmi Charney) nació en Nueva York y se estableció en Israel en 1947. Su poesía, perfectamente estructurada y rítmica, mezcla frases coloquiales hebreas con citas bíblicas.

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